La cuadra en la que vivo se divide por módulos; de hecho, hay siete de ellos. Cada módulo tiene cuatro casas grandes, dos de un lado de la calle, dos del otro. A su vez, cada casa está divida en cuatro para servir como condominios.
Algo curioso acerca de estos módulos, es que en cada uno habita, aunque en la calle, árboles y escondites, una pareja de gatos. Siete parejas de gatos en toda la cuadra. Catorce gatos en total.
Si han visto un gato antes, sabrán que es difícil para un humano saber a simple vista si se trata de hembra o macho, así que no entraré en esos detalles (porque en realidad los desconozco), lo que sí puedo hacer es describir vagamente sus características físicas para dar una idea de su variedad. En éstas parejas de gatos se encuentran algunos de color gris, vainilla, algunos manchados, grandes, chicos, de pelo corto o esponjado… pero algo que todas tienen en común es que, en cada pareja, uno de los dos es completamente blanco.
Verán, a diferencia de nosotros, que consideramos a los gatos negros como augurio de mala suerte, los pequeños felinos piensan que los portadores de ésta son los gatos blancos, y es por esa razón que buscan tener siempre uno a su lado.
A su manera de entender las cosas, es mejor tener la mala fortuna a la pata (no “a la mano”, porque son gatos), así cuando una tragedia ocurre, pueden consolarse pensando que la culpa no ha sido suya, sino del azar, de la suerte.
Tengo entendido, también, que lo usan como una manera de regular ese asunto de las nueve vidas.
Según me cuenta el gatito naranja de mi módulo (de sobra está decir que no se trata del blanco), a veces las tragedias son tan grandes (y tan trágicas) que terminan en la muerte de alguno de los dos; consecuencia que ven con alegría al revivir unos minutos después. Dice que cada vida, de vivirse completa, puede durarles hasta 15 años, así que haciendo un poco de matemáticas, uno puede entender por qué a un animal tan pequeño la idea de vivir todas plenamente puede parecerle tan abrumadora.
El único problema con la dinámica planteada, es que después de la tercera o cuarta vida perdida, su memoria se va atrofiando y pierden también la cuenta, así que mientras sigan pensando que les queda cuando menos una vida más, seguirán reviviendo una y otra vez.
Por suerte, para ese entonces, tampoco les será tan sencillo recordar cuánto tiempo llevan vivos desde la última vez que murieron.
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